El rigor de la muerte
Trabajar con la muerte significa para el Servicio Médico Forense tratar con el dolor de la gente. "La muerte de una persona le debe doler a la sociedad, sea un indigente o una persona de la clase alta", aseguran sus médicos, quienes como analistas de cadáveres tienen, sin duda, una de las tareas más complicadas en la ciudad, pues nadie mejor que ellos conoce el olor de la muerte y las imágenes y formas en las que se puede manifestar. A sus instalaciones llegan entre diez y 12 cadáveres al día, que por las circunstancias inciertas o desconocidas de su fallecimiento necesitan de una indagación legal a fondo, a través de un procedimiento quirúrgico conocido como necropsia. Es el caso de individuos involucrados en algún delito o bajo sospecha quienes tienen una causa de muerte desconocida o son hallados en la calle, sin ser reclamados por nadie.
Desde el momento de entrar en sus instalciones, flanqueadas por una escultura de la deidad de la vida y la muerte, la diosa azteca Coatlicue, se percibe un hedor general y penetrante. El lugar es lúgubre, frío y muy silencioso. La muerte no tiene horario, ni tampoco el Semefo. La jornada se inicia desde que el juez penal solicita la valoración al médico forense de un ser humano que, según la averiguación previa, pudo perder la vida de forma violenta o sospechosa, y es necesario establecer una causa del fallecimiento.
Sin embargo, en este sitio no todo está relacionado con la muerte. "Es una mala creencia esa de que aquí solamente se trabaja con cadáveres, pues 50 por ciento de nuestras actividades es con personas vivas", menciona el director del Semefo, Felipe Takahashi. En el Servicio, que depende en el Distrito Federal del Tribunal Superior de Justicia, se hacen clasificaciones definitivas de lesiones, determinación de la edad clínica, fichas odontológicas, dactiloscópicas y antropológicas. Realizan injerencia en valoraciones siquiátricas, sicológicas, ginecológicas y proctológicas en delitos de violencia sexual, además de estudios toxicológicos e histopatológicos. También colabora en la búsqueda de personas extraviadas, a través de un sistema automatizado de huellas dactilares que se extiende a lo largo del territorio nacional.
"La vida es frágil, vive lo que puedas"
No le gusta la muerte, pero trabaja con ella. A sus 52 años, Patricia Carrillo Fernández ha dedicado la mitad de su vida a examinar cadáveres. Decesos por violación y sobredosis de drogas o alcohol son causas comunes entre las necropsias que realiza. No le afecta, pero le impresiona más las formas y el estado en el que puede fallecer una persona.
Su primer contacto con cuerpos sin vida fue mientras estudiaba la carrera de Medicina en la UNAM. "Se me hizo interesante, aunque difícil como actividad para una mujer". Pocos años después, su carrera le otorgó un acercamiento más con la muerte, al ingresar como perito-médico a la Procuraduría General de Justicia del Estado de México. En un principio certificaba lesiones de las personas que eran agredidas en la calle, violaciones de mujeres, niños e incluso hombres. Después, tuvo la oportunidad de hacer necropsias. "Ahí me enganché en una actividad, que sin ser bonita, pues a quien le gusta ver una persona muerta, significa para mí un gran interés científico".
En 1996 se integró al Servicio Médico Forense, lugar donde ha conocido todo tipo de muertes, desde la más violenta, hasta la más absurda, aunque la mayoría "se hubieran podido prevenir". En niños lactantes, señala, la causa más frecuente de muerte es culpa de las madres primerizas que dejan al niño solo y éste se ahoga con el biberón. En los niños de cinco años, la causa más común de fallecimiento es el atropellamiento por descuido de los padres. "Es impactante ver cómo fallecen personas en edad productiva. Son decesos que no deberían de suceder".
¿Cómo adaptarse al olor, a las im‡genes de un cadáver?
–Depende del carácter de la persona. Es difícil, pero lo mejor es no involucrarse en los casos. Cuando regreso a casa me olvido de si hice una necropsia o no. La gente sufre porque se involucra demasiado y les causa problemas emocionales, sueñan con ello.
¿Cuáles son los temores de un médico forense?
–Siempre he visto a la muerte como algo normal. Sin embargo, al conocer sus causas, uno se vuelve muy cuidadoso, un poco paranoico. Si sales a la calle piensas las cosas dos veces, y en casa es común que revise que la llave del gas esté bien cerrada, porque me ha tocado ver personas que fallecen por dejarla abierta.
En las reuniones familiares o de amigos, Carrillo Fernández asiente que hablar de su trabajo en el Semefo significa volverse el centro de atención. Sin embargo, se reserva cuando le piden opinión. Su estudio de la muerte "es científico", aunque se admite una reflexión final: "La vida es frágil. Vive lo que puedas".
La determinación de parentescos y estudios de identidad a través del ADN integran parte de los novedosos servicios que ofrecerán las nuevas instalaciones del Semefo, que ahora están en construcción, ubicadas en el predio que ocupa la Procuraduría de Justicia capitalina, en la esquina de Doctor Liceaga y Niños Héroes.
Habrá nueva morgue
El recinto tendrá zonas dedicadas a la investigación y enseñanza y un laboratorio de genética, con el que actualmente no se cuenta. Felipe Takahashi asegura que la unidad actual, construida en 1960, "ha quedado rebasada" para las necesidades tecnológicas que requiere, por lo que era necesario contar con equipo e instalaciones más modernos.
La lectura de la muerte
Leer un cadáver para determinar la causa de la muerte es el reto de los médicos patólogos y analistas del Servicio Médico Forense. "El cadáver no puede hacer una declaración ministerial, mucho menos acelerar su proceso de descomposición o retrasarlo para incriminar o exonerar. Sólo muestra lo que hicieron al momento de su fallecimiento y eso es lo que debemos interpretar", afirma el médico Macario Pompeyo. La capacitación del médico forense se obtiene en el anfiteatro, "donde se puede dar lectura al libro del cuerpo".
Para saber qué motivó el fallecimiento, los médicos realizan un estudio morfológico y fisiopatológico llamado necropsia, mediante la técnica de Virchow, que regularmente dura dos horas, aunque puede variar por la descomposición del cuerpo. El proceso, registrado en un expediente que incluye el nombre del cadáver, la averiguación previa, edad aproximada y medidas generales, consiste en una revisión general y dos incisiones en el cuerpo para dejar al descubierto todas las cavidades –cabeza, cuello, tórax y abdomen– para hallar indicios de alguna patología o lesión interna.
Durante la necropsia intervienen el médico, un técnico –encargado de mover el cadáver– y un fotógrafo –quien registra lesiones y anomalías–. Al iniciar el procedimiento, se practica al cuerpo la gimnasia cadavérica, de tal forma que se mueve de la posición en la que murió a una anatómica, con brazos y pies rectos. Se hace una revisión superficial para detectar lesiones, así como un chequeo de los signos cadavéricos: olor, apariencia, consistencia, temperatura y rigidez. Así se puede determinar el tiempo aproximado de muerte. El calor corporal desciende un grado por hora, hasta llegar a la temperatura ambiente. La rigidez se inicia a las tres horas del fallecimiento y dura 12 horas; después empieza un proceso de flacidez que da origen a la putrefacción y al surgimiento de flora y fauna cadavérica.
Tras la observación, la forense Blanca Carrillo explica que se realiza un par de cortes. El primero es en la cabeza y parte de la apófisis mastoide (en un extremo en la parte posterior del cuello) a la contralateral, pasando por el vértice del cráneo. Se despega el cuero cabelludo y se hace una incisión para dejar expuestas las meninges (delgadas capas de tejido que envuelven el cerebro) y liberar el encéfalo. Se realizan cortes en vasos y nervios; se extrae el encéfalo y se revisa para buscar lesiones o patologías. En este paso es posible localizar hemorragias, contusiones y laceraciones cerebrales.
El segundo corte va del borde inferior del mentón al inicio del pubis. Se hacen incisiones a nivel de los cartílagos y se revisan las vísceras. El esófago y la tráquea se despegan de la cara anterior de la columna vertebral para detectar si hubo asfixia. Después se abre el pericardio y se extrae el corazón. Si falleció por infarto, habrá pequeñas hemorragias. Finalmente se hace una revisión de los órganos intestinales para buscar señales de enfermedad.
Terminadas las incisiones, Carrillo señala que se hace una revisión de genitales para detectar violaciones. También se toman muestras de sangre y se mandan a un examen químico-patológico para inferir intoxicaciones. Una vez terminada la necropsia, se establece la causa de muerte, se expide un certificado de defunción y, si el cadáver no es reconocido, se lleva a la fosa común. En los casos en lo que ha pasado mucho tiempo del fallecimiento, o cuando el cuerpo llega incompleto, no es posible detectar la causa de la muerte.
Por Javier Rodríguez /Excélsior
javier.rodriguez@nuevoexcelsior.com.mx
1 Comments:
Interesante tu entrada. soy abogado penalista y siempre he encontrado fascinante el tema medico legal, me ha tocado estar en reconstruccion de hechos, diligencias, etc...es impactante!
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