8.2.06

Mataviejitas fue a entregarse y no la atendieron

Antes de ser detenida, La Mataviejitas estuvo al menos en tres ocasiones en las instalaciones de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF). La mujer iba a entregarse, pero nadie la reconoció. Nadie se imaginó que tenía enfrente a una de las personas más buscadas por la justicia en los últimos dos años. En una de esas ocasiones, Juana Barraza Samperio incluso entró al edificio de la dependencia capitalina que encabeza Bernardo Bátiz. Y llegó hasta una barandilla. Pero, como le ocurrió antes, finalmente desistió y se fue tranquilamente por donde entró. Optó por regresarse a su casa.
El supuesto temor a dejar solos a sus dos menores hijos y que éstos se enteraran sobre las acciones de sus madre, fue lo que hizo que Barraza finalmente no se entregara a la policía judicial. La mujer no recuerda exactamente o no quiere recordar cuándo se presentó en la Procuraduría capitalina. A decir de su abogado, Juan Mendoza, casi no le gusta hablar con nadie ni platicar sobre sus acciones. Pero en sus declaraciones ministeriales, la homicida serial revela que luego de estrangular a las mujeres de la tercera edad, se sentía tensa y preocupada, porque la policía podría detenerla.
Tras asesinarlas y robarles algunas pertenencias, Barraza asegura que tenía otra idea en su mente: el “arrepentimiento”. Y era lo que la impulsaba a tratar de entregarse. Por eso, en al menos tres ocasiones, la mujer fue desde su casa —en Izcalli, municipio de Ayotla, Estado de México— hasta las instalaciones centrales de la Procuraduría, ubicadas en la delegación Cuauhtémoc. El camino que tomaba para llegar al Distrito Federal casi siempre fue el mismo: salía de su casa y subía a un camión de la ruta San Francisco Zaragoza que la llevaba hasta el Metro Zaragoza. Ahí compraba un boleto, abordaba el convoy, pasaba algunas estaciones, y transbordaba hasta llegar a la colonia Doctores. Juana relató que una vez, afuera de las instalaciones de la Procuraduría, se puso a observar el andar de los agentes judiciales y el personal de la institución.
El ir y venir de las patrullas con sus torretas encendidas. En esa ocasión, aseguró, entró a las instalaciones de la Agencia 50 que se encuentran en el mismo edificio, sobre la calle Doctor Lavista, sólo cuatro pisos debajo de la oficina del procurador capitalino. Un sitio en el que hasta hace unos días, cuando fue su captura, había imágenes de su propio retrato hablado. Ahí, la asesina serial se paró frente a la puerta de cristal y luego subió los escalones que hay para ingresar al lugar. Pero al estar ahí, frente a la barandilla de la recepción, junto a las sillas donde la gente espera ver a los detenidos y ante el personal de la Procuraduría, decidió retirarse y regresar a su casa. Barraza justifica su acción y dice que cuando estaba en las instalaciones policiacas, pensaba en sus hijos. Y le daba miedo que se quedaran solos como le pasó a ella desde pequeña, cuando su madre la regaló a los 12 años de edad.
Ayer Juan Mendoza, abogado de Juana Barraza, platicó que la mujer de 48 años no quiere hablar con nadie. Sólo él ha podido dialogar un poco con esta reclusa que actualmente se encuentra en una zona de seguridad de Santa Martha Acatitla, para evitar que otras internas la golpeen por ser La Mataviejitas.
(publicado en Crónica 08/02/06