Asesino en serie muy belga
Bélgica tenía otro monstruo agazapado en su sociedad y pasaba, incluso, por miembro honorable de ella: Ronald Janssen, un profesor de la localidad de Loksbergen, de 38 años de edad, del norte flamenco del país. Ha confesado tres asesinatos en las personas de dos jóvenes y un adolescente (el novio de una de ellas), cometidos en los dos últimos años pero en los interrogatorios a los que está siendo sometido se ha atribuido un total de quince asesinatos desde comienzos de los 90, todos ellos por motivos sexuales.
Y aunque los investigadores policiales no terminan de darle crédito, dado el carácter inconexo de algunas de sus declaraciones, Janssen empieza a ser considerado como el peor asesino en serie de la historia de Bélgica, mientras la Fiscalía desentierra expedientes criminales cerrados sin explicación estos veinte últimos años.
Janssen fue detenido hace varios días, cuando la Policía encontró motivos para relacionarlo con el asesinato el pasado primero de año, en Halen, de una pareja de adolescentes. Shana Appeltans y Kevin Paulus murieron a disparos del profesor; la primera, de 18 años, porque le gustaba y el segundo, de 20, porque «le molestaba».
Previamente, en 2007, la Policía no había encontrado motivos para acusarle de la muerte de Annick Van Uytsel, de 18 años también, domiciliada en Diest, que desapareció a finales de abril tras una fiesta en Schaffen, y cuyo cuerpo sin vida apareció el 3 de mayo envuelto en una bolsa de plástico, en el canal Albert, cerca de Lummen. Lo interrogaron, porque amigos de la víctima lo relacionaron con ella. De hecho, su bicicleta apareció en un apartamento de estudiante en Leuven, que Janssen ocupó años atrás. Pero la correlación no fue establecida y quedó en libertad.
«Encantador y sociable»
Esta vez, las evidencias han emergido gracias a la tenacidad de la madre de Martine, cuyas llamadas al teléfono de su hija permitieron localizarlo en Halen, en un poste repetidor próximo a la vivienda del presunto asesino. De Janssen, la señora Vermassen dice que es «encantador, sociable y afectuoso», un personaje, en fin, del que difícilmente se sospecharían comportamientos tan aberrantes como los que se le imputan. Al parecer, ha declarado a quienes le interrogan que a Annick se la llevó porque andaba buscando una víctima. Cuando la vio desde su furgoneta, la obligó a subir incluso con su bicicleta, bajo la amenaza de un arma. No se la volvió a ver viva. «No podía imaginar una cosa así de él», dice uno de sus vecinos.
La Fiscalía de Brujas está intentando relacionar al sospechoso con la muerte por apuñalamiento, en 1991, de Ingrid Caeckaert, de 26 años de edad, en Heist-aan-Zee, y de Carola Titze, una niña alemana de 16 años de edad cuyo cuerpo sin vida fue hallado en las dunas de Coq en 1996. Una nueva pesadilla para la convulsa sociedad belga.
Y aunque los investigadores policiales no terminan de darle crédito, dado el carácter inconexo de algunas de sus declaraciones, Janssen empieza a ser considerado como el peor asesino en serie de la historia de Bélgica, mientras la Fiscalía desentierra expedientes criminales cerrados sin explicación estos veinte últimos años.
Janssen fue detenido hace varios días, cuando la Policía encontró motivos para relacionarlo con el asesinato el pasado primero de año, en Halen, de una pareja de adolescentes. Shana Appeltans y Kevin Paulus murieron a disparos del profesor; la primera, de 18 años, porque le gustaba y el segundo, de 20, porque «le molestaba».
Previamente, en 2007, la Policía no había encontrado motivos para acusarle de la muerte de Annick Van Uytsel, de 18 años también, domiciliada en Diest, que desapareció a finales de abril tras una fiesta en Schaffen, y cuyo cuerpo sin vida apareció el 3 de mayo envuelto en una bolsa de plástico, en el canal Albert, cerca de Lummen. Lo interrogaron, porque amigos de la víctima lo relacionaron con ella. De hecho, su bicicleta apareció en un apartamento de estudiante en Leuven, que Janssen ocupó años atrás. Pero la correlación no fue establecida y quedó en libertad.
«Encantador y sociable»
Esta vez, las evidencias han emergido gracias a la tenacidad de la madre de Martine, cuyas llamadas al teléfono de su hija permitieron localizarlo en Halen, en un poste repetidor próximo a la vivienda del presunto asesino. De Janssen, la señora Vermassen dice que es «encantador, sociable y afectuoso», un personaje, en fin, del que difícilmente se sospecharían comportamientos tan aberrantes como los que se le imputan. Al parecer, ha declarado a quienes le interrogan que a Annick se la llevó porque andaba buscando una víctima. Cuando la vio desde su furgoneta, la obligó a subir incluso con su bicicleta, bajo la amenaza de un arma. No se la volvió a ver viva. «No podía imaginar una cosa así de él», dice uno de sus vecinos.
La Fiscalía de Brujas está intentando relacionar al sospechoso con la muerte por apuñalamiento, en 1991, de Ingrid Caeckaert, de 26 años de edad, en Heist-aan-Zee, y de Carola Titze, una niña alemana de 16 años de edad cuyo cuerpo sin vida fue hallado en las dunas de Coq en 1996. Una nueva pesadilla para la convulsa sociedad belga.
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