Novela del narco sin nota roja
El vuelo, de Sergio González Rodríguez
La violencia, el poder, la magia o la técnica se entrelazan a lo largo de la obra.
Las páginas de los periódicos cuentan historias del narcotráfico que ni las imaginaciones más desaforadas hubiesen podido ofrecer como ficción; lo mismo pasa en la radio, en la televisión o en las páginas de internet, hasta llegar a los libros de ficción, donde se ha constituido el subgénero de literatura del narco.
Sergio González Rodríguez participa en ese fenómeno… aunque también busca alejarse: su más reciente novela, El vuelo (Literatura Mondadori, 2008), cuenta una historia acerca del narcotráfico en México, pero sin que sea el tema dominante de su narración.
“Cuando la literatura mexicana, y en general en la narrativa latinoamericana, le entra a un tema como la violencia o el narcotráfico a estas alturas, enfrenta el problema de cómo entrarle a lo obvio y yo quería desplazar esa obviedad para entrar en una reflexión que primero creara una distancia temporal y un mundo imaginario, en una ciudad aparentemente cercana, pero que ya no existe como tal.”
Su idea fue desplazar la narrativa hacia formas nuevas de narrar lo que aparentemente es muy obvio, a través de formas de mayor complejidad: darle a un relato que tiene las características de lo aparentemente inmediato, una dimensión más amplia, más universal.
El folclor, el habla, la nota roja del narcotráfico se convierten en anécdotas de lo inmediato, y ya no cuentan el trasfondo de una realidad que “ha cambiado vertiginosamente, porque los mismos estereotipos de la subcultura del narcotráfico están cumpliendo un ciclo y las historias que la cuentan se refieren a una realidad ya extinta”.
“En la novela lo más importante es lo que no aparece en el primer momento, sino surge de un modo sutil de manera paralela a la línea anecdótica de la historia y es ahí donde la reflexión se abre.
“Me interesa llevar al lector a estos fenómenos extremos desde otro punto de vista, más allá de lo llamativo, del impacto sensacionalista, incluso de la posible sublimación. Hay formas de aproximarse a ellas de otra forma, mediante un relato que narra algo por afuera.”
Una de las apuestas de Sergio González Rodríguez, parte de sus obsesiones literarias, fue contar una realidad como la del narco mediante estructuras más cercanas a la metafísica: el sueño, la amnesia, como la atmósfera de realidades paralelas, superiores o alternas que sirven para explicar lo inmediato.
“Me interesaba que el personaje tuviera una relación con dos planos opuestos, y que apareciera un fenómeno que me interesa también: la desmemoria, en especial porque en un país en el que tenemos una tremenda falta de memoria, habría que ahondar un poco en el estudio de esta pulsión cultural que está en muchas personas.”
A esa reflexión, habría que sumar la importancia que para Sergio González Rodríguez tienen los libros que dejan zonas abiertas, en blanco, donde sólo se puede conjeturar lo que sucedió, lo cual le permite una mayor participación al lector.
La violencia, el poder, la magia o la técnica, es lo que entrelaza muchos de los hilos narrativos de la novela, pero también la reflexión sobre el poder, en especial “aquel que nos trasciende y está más allá de lo que nosotros podemos comprender”.
La violencia, el poder, la magia o la técnica se entrelazan a lo largo de la obra.
Las páginas de los periódicos cuentan historias del narcotráfico que ni las imaginaciones más desaforadas hubiesen podido ofrecer como ficción; lo mismo pasa en la radio, en la televisión o en las páginas de internet, hasta llegar a los libros de ficción, donde se ha constituido el subgénero de literatura del narco.
Sergio González Rodríguez participa en ese fenómeno… aunque también busca alejarse: su más reciente novela, El vuelo (Literatura Mondadori, 2008), cuenta una historia acerca del narcotráfico en México, pero sin que sea el tema dominante de su narración.
“Cuando la literatura mexicana, y en general en la narrativa latinoamericana, le entra a un tema como la violencia o el narcotráfico a estas alturas, enfrenta el problema de cómo entrarle a lo obvio y yo quería desplazar esa obviedad para entrar en una reflexión que primero creara una distancia temporal y un mundo imaginario, en una ciudad aparentemente cercana, pero que ya no existe como tal.”
Su idea fue desplazar la narrativa hacia formas nuevas de narrar lo que aparentemente es muy obvio, a través de formas de mayor complejidad: darle a un relato que tiene las características de lo aparentemente inmediato, una dimensión más amplia, más universal.
El folclor, el habla, la nota roja del narcotráfico se convierten en anécdotas de lo inmediato, y ya no cuentan el trasfondo de una realidad que “ha cambiado vertiginosamente, porque los mismos estereotipos de la subcultura del narcotráfico están cumpliendo un ciclo y las historias que la cuentan se refieren a una realidad ya extinta”.
“En la novela lo más importante es lo que no aparece en el primer momento, sino surge de un modo sutil de manera paralela a la línea anecdótica de la historia y es ahí donde la reflexión se abre.
“Me interesa llevar al lector a estos fenómenos extremos desde otro punto de vista, más allá de lo llamativo, del impacto sensacionalista, incluso de la posible sublimación. Hay formas de aproximarse a ellas de otra forma, mediante un relato que narra algo por afuera.”
Una de las apuestas de Sergio González Rodríguez, parte de sus obsesiones literarias, fue contar una realidad como la del narco mediante estructuras más cercanas a la metafísica: el sueño, la amnesia, como la atmósfera de realidades paralelas, superiores o alternas que sirven para explicar lo inmediato.
“Me interesaba que el personaje tuviera una relación con dos planos opuestos, y que apareciera un fenómeno que me interesa también: la desmemoria, en especial porque en un país en el que tenemos una tremenda falta de memoria, habría que ahondar un poco en el estudio de esta pulsión cultural que está en muchas personas.”
A esa reflexión, habría que sumar la importancia que para Sergio González Rodríguez tienen los libros que dejan zonas abiertas, en blanco, donde sólo se puede conjeturar lo que sucedió, lo cual le permite una mayor participación al lector.
La violencia, el poder, la magia o la técnica, es lo que entrelaza muchos de los hilos narrativos de la novela, pero también la reflexión sobre el poder, en especial “aquel que nos trasciende y está más allá de lo que nosotros podemos comprender”.
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