19.6.06

Maestro Enrique Metinides

En 1946 el periódico La Prensa publicó una fotografía aterradora de una persona que había sido víctima de la violencia de la ciudad de México; en ella se veía un cuerpo decapitado tendido en una plancha de la morgue, mientras que la cabeza, abotagada y llena de sangre, estaba sostenida en lo alto por un policía, tal como se lo había solicitado el fotógrafo.

Con esta placa iniciaba una nueva faceta en la vida profesional de Enrique Metinides, de apenas 12 años: acababa de retratar a su primer muerto. Además de autos chocados y gente lesionada, ahora podía presumir que a su corta edad ya había capturado la tragedia en su máxima expresión.

Pero eso fue sólo el principio. A lo largo de 50 años El Niño, como fue bautizado en la redacción de La Prensa, inmortalizó con su cámara los acontecimientos más atroces e inauditos de los que tenga cuenta cualquier metrópoli.

Él mismo estima que “más o menos, estuve presente en los incendios de 35 cines, 15 bares, dos refinerías, en varios terremotos (incluyendo los de 1957 y 1985), incontables avionazos y descarrilamientos de trenes y miles de accidentes en carreteras como no te puedes imaginar”.

Por supuesto que en medio de todos estos accidentes, el drama salía a flote. Así lo entendió Metinides (Ciudad de México, 1934) que, dijo en entrevista con Crónica, más que el accidente mismo lo que a él le interesaba era el dolor de la gente ante la tragedia. “Me metía entre los mirones, que nunca faltaban, y sacaba fotos muy buenas”.

Diecisiete de estas historias podrán verse a partir del miércoles en la Celda Contemporánea dentro de la exposición Historias gráficas, que reúne sucesos que lograron cimbrar al mismísimo Metinides, pese a que siempre se ha hablado de tú con la muerte. Al respecto, menciona quitado de la pena:

“No me impactó. Lo que pasa es que ya había visto un montón en las películas de gángsters. Ya estaba acostumbrado con todos los que veía en los cines que estaban sobre San Juan de Letrán.

—Pero una cosa es verlos en la pantalla y otra presenciarlos en vivo...
—Para mí fue exactamente lo mismo.

Esa pasión suya por el cine negro terminó por marcar el rumbo de su trabajo. “Como en el cine, yo procuraba tomar imágenes de la casa de la víctima, el arma homicida, las joyas, alguna mascota que hubiera en el lugar. Hacía como una película. Y rodeado de sus dvd’s de cine negro, recuerda:

“En una de las cintas que tengo hay una escena en la que un mafioso que está encajuelado implora a su enemigo por su vida: ‘ayúdame, no me entra el aire’. La respuesta fue una ráfaga de disparos que le perforaron todo el cuerpo; luego le dice entre risas: ‘ahora ya tienes por donde’. Te digo que son muy emocionantes”.

Eso en el cine, pero qué hay de las historias con las cuales Metinides sació la mirada morbosa de millones de mexicanos que compraban diario La Prensa, o las revistas Alarma! y Crimen en las que trabajó, y que ahora se exhiben.

DESGRACIA. “Hay una historia verdaderamente trágica. Estaba parado en la procuraduría platicando con un reportero cuando de repente vi venir a una señora llorando que cargaba un pequeño ataúd blanco. Inmediatamente agarré mi cámara y le fui tomando fotos en la calle.

“Entró al forense y yo tras ella para capturar el momento. La señora explicó que un camión había matado a su hijita y que le habían dicho que ya se la podía llevar pues ya le habían hecho la autopsia, sólo que no tenía dinero para pagar el servicio. ‘Ese es su problema’, le dijeron. Entonces la señora, con tanta desesperación que tenía, salió a la calle para intentar suicidarse con los carros.

“Al final, se logró reunir el dinero para que se pudiera llevar a su hija. Se fue cargando la cajita blanca durante horas rumbo al panteón donde iba a enterrarla. Antes, la mujer había llorado hincada en el suelo, rogando a la gente que pasaba para que le ayudaran a comprar el ataúd”.

Todo esto lo cuenta Metinides en su casa en donde guarda las publicaciones que mencionan su trabajo como The Guardian, The Daily Telegraph y The Times, y los catálogos de sus exposiciones en Polonia, Inglaterra, Japón y Francia que han sabido apreciar el lado artístico de su trabajo.

“Hay otra historia —continúa— en la que tras volcarse un camión que venía de una excursión mueren cinco hermanas. Fíjate que tragedia. La madre, muy pobre, no tenía dinero para pagar los gastos del sepelio. Así que empieza a recibir ayuda de todo mundo: de la gente de la funeraria, de los vecinos y hasta de los rescatistas, quienes cavaron las cinco fosas para ahorrarse el costo de los sepultureros.

“No te imaginas la cantidad de gente que iba acompañando la carroza; incluso tuvieron que cerrarse varias avenidas. Cuando llegué al panteón vi miles de personas queriendo ver el entierro, ¡más que en el de Pedro Infante y Jorge Negrete! La gente se empezó a subir a los árboles para ver qué es lo que sucedía; yo en tanto me subí a una azotea para hacer mi trabajo”.

Y las historias siguen... Su memoria privilegiada enumera lo mismo incendios, terremotos o explosiones, que choques, ahogados, riñas y electrocutados. “Si se trata de historias, yo tengo cientos”.

Ahora todo es recuerdo, pues desde hace nueve años vive en el retiro. Actualmente ocupa su tiempo en exposiciones y entrevistas, y de vez en vez, a escuchar sus radios de onda corta que captan la señal de los bomberos, para saber qué es lo que pasa. “Es la nostalgia. Quisiera estar ahí”, dice al final Metinides.
Crónica 19/06/06
El fotógrafo de la escena del crimen
Hablar con Enrique Metinides es casi como formar parte, aunque sea por un par de horas, de sus miles de historias trágicas sobre asesinatos, accidentes, suicidios y demás calamidades que registró como fotorreportero de nota roja durante más de 60 años.

Su trabajo fotográfico, que ha trascendido las páginas de los periódicos para dar la vuelta al mundo en exposiciones individuales en España, Alemania, Bélgica, Francia, Holanda, Estados Unidos y Japón, sorprende por sus cualidades narrativas, que superan el morbo de la sangre y los muertos en primer plano.

Metinides, explica en entrevista a propósito de su próxima exposición Historias gráficas, siempre buscó contar historias con su lente y hacer fotografías distintas que, en muchas ocasiones, no eran tomadas en cuenta por sus editores.

Con sus 72 años de vida, el decano de la fotografía policiaca en México posee una memoria privilegiada y recuerda todos los momentos extraordinarios que registró con su cámara durante la segunda mitad del siglo XX en la Ciudad de México.

La vez que se inundó Viaducto como un río surcado por autos, la tragedia cuando chocaron dos trenes del Metro en la estación Viaducto, el siniestro de un avión en el Aeropuerto, o el intento de suicidio de una mujer desde los pisos más altos de la Torre Latinoamericana. Todo fue captado por este fotorreportero.

Pero para lograr esta ubicuidad, Metinides siempre fotografió todo y fue el primero en llegar a cualquier accidente o siniestro. Antes de que llegara los bomberos, las patrullas o los servicios forenses, Metinides ya había hecho las fotos.

Sus imágenes eran tan precisas, según cuenta, que los servicios policiales las usaban incluso para resolver casos de homicidios.

Una ocasión, Metinides capturó la escena de un crimen y, como es su costumbre, retrató todo, incluidos a todos los mirones que se acercaron.

"La policía me pidió mis fotos para un homicidio y una imagen logró que el asesino cayera en contradicciones, porque había declarado que estaba fuera del país la noche de la tragedia y aparecía como uno de los mirones en una de mis imágenes. Cuando se la mostraron no tuvo más opción que confesar".

Pero más allá de esta anécdota, a Metinides siempre le ha gustado tomar a los mirones, según narra, porque le dan más vida a sus imágenes.

Así lo aprendió en las películas clásicas de gangsters en Estados Unidos, que fueron lo que lo educó visualmente de niño, ya que en una escena vio como los capos iban a quemar el negocio de una persona extorsionada y el siniestro sólo se mostraba a través de los mirones que reflejaban en sus rostros las llamas. A Enrique Metinides sus compañeros de la fuente le apodaban El Niño, porque desde que tenía 11 años hacía fotos de accidentes con una cámara que le regaló su padre, un griego exiliado en México, quien era dueño de la bolería Regis, en el Centro, donde también vendía cámaras fotográficas y les revelaba rollos a los turistas.

Pero este niño siempre estuvo acostumbrado a los muertos, pues, según cuenta el propio Metinides, una de sus primeras fotos fue la de un hombre degollado en las vías del tren, lo cual literalmente lo curó del impacto visual.

"Desde niño veía las películas de Al Capone, estaba acostumbrado a los balazos, a las persecuciones, y una de mis primeras imágenes fue un cuate al que mataron y le cortaron la cabeza con el tren. Eso me curó de espantos, ya ni siquiera sentía morbo, era algo cotidiano para mí".

Y cuando se ven las imágenes de Metinides, es fácil darse cuenta de que lo que movía a este fotorreportero no era la sangre, sino describir con imágenes el momento y encontrar todos aquellos aspectos que resultaban peculiares dentro de la tragedia.

Es por lo mismo que Metinides siempre intentaba obtener alguna imagen del difunto en vida, retrataba sus objetos o hacía imágenes panorámicas de todo lo que ocurría alrededor de un accidente.

Sin embargo, en el camino, Metinides también se encontraba con imágenes curiosas, como la radiografía de un homosexual que tenía dentro del ano una botella de vidrio, o aquella otra en la que un grupo de bomberos está apagando las llamas entre risas.

Para la exposición que presenta en la Celda Contemporánea, Enrique Metinides muestra 17 series de inundaciones, siniestros, intentos de suicidio, accidentes de soldados y dramas cotidianos que registró detalladamente, y que logra narrar a lo largo de varios días.

Cabe destacar que las fotografías que conforman esta exhibición son, en su gran mayoría, inéditas, lo que le da un toque más de originalidad a la muestra.

En el mismo lugar se presentará también parte de su trabajo en video, que realizó en sus últimos años como fotorreportero.
Excélsior 19/06/06