Teresa Margolles en Ecatepec
Surco de ocho metros de largo, quince centímetros de ancho y tres centímetros de profundidad, lleno de fluidos de cadáveres de personas asesinadas. Curaduría de Taiyana Pimentel. Fundación/Colección Jumex, Junio de 2007
Es 31 de mayo del 2007 y en la galería de la Fundación/Colección Jumex en Ecatepec, Estado de México, se lleva a cabo el evento inaugural de la exposición retrospectiva de la conocida artista Kiki Smith. Mientras la gente se saluda, ve arte, come y se recorre la muestra, una sorpresa aguarda en la sala de exhibición que se encuentra en el primer piso, junto a la biblioteca. El acceso a este espacio, que para la ocasión funciona como project room, está restringido por una puerta corrediza blanca que no deja ver el interior. Para acceder, el guardia nos indica el protocolo a seguir: hay que leer primero el texto de muro que nos indica que lo que vamos a presenciar es una obra de Teresa Margolles, comisionada por la Colección Jumex. Una vez advertidos, el guardia desliza la puerta para permitirnos el paso. Lo que encontramos es una extraña franja liquida de color rojo en el suelo, que parece revolverse lentamente. Un olor penetrante, como salado y metálico al mismo tiempo, impregna todo el espacio e incluso emana fuera de la sala. Y silencio. Había allí otras personas, que no hablaban, solo observaban. Algunos, que vieron en la zanja una frontera, se atrevieron a cruzarla en búsqueda, tal vez, de otra perspectiva que les ayudara comprender el peculiar fenómeno artístico con el que estaban conviviendo. Otros se retiraban apresuradamente, empujados tal vez por el olor, por el aspecto sanguinolento de la materia prima de la obra, o por la asociación de ideas que una obra de este tipo puede activar en la mente. La “Herida” (2007) de Teresa Margolles consiste en un surco recto y estrecho, cavado en el suelo de concreto de la galería que va de un extremo a otro. Fue rellenado con un líquido rojizo y espeso que resulta de la mezcla de diversos fluidos extraídos de cadáveres recolectados en diversas morgues del país. Ecatepec es una zona periférica de la Ciudad de México, asiento de un gran número de industrias, donde habitan más de 400 mil personas, la mayoría en condiciones de pobreza y marginación.
Dentro de la galería se encuentra Teresa Margolles. Me acerco a ella para escuchar sus comentarios sobre la obra. Me dice que se encuentra sorprendida debido el evidente movimiento que la sustancia depositada en el surco ha experimentado desde que terminó la instalación de la obra. “Es como si estuviera viva” – expresa Margolles. Saco mi grabadora de mano y le comento mi intención de entrevistarla brevemente, a lo que ella accede. “Para mi (la pieza) es importante porque era la posibilidad de hablar de Ecatepec, una zona que conozco muy bien. Me interesó por la posición geográfica de la Colección Jumex. La colección no tiene ninguna obra mía, entonces, que me invitaran sin coleccionarme me pareció también la segunda cosa que encontré. Hice esta pieza que se llama Herida, que es un rasgar, rasgar el suelo de una sala, de una sala de arte, y meterle a Ecatepec dentro. Los fluidos viene de morgues de distintas partes de la república. El destino final de esta pieza es que se costrifique, es esa herida que sangra, que le sale costra pero la arrancas y vuelve a emerger. Esto continúa el trabajo que trata de demostrar que hay una dinámica de los residuos de la muerte, la vida del cadáver. Aquí nos siguen reclamando. Son cadáveres que nos siguen reclamando.”
Dinámica es una palabra que alcanza a explicar el por qué la sustancia colocada en la herida parece moverse. Probablemente el movimiento visible es producto de una sensación en nuestro interior. De cualquier forma, es obvio que muchas de las piezas de Margolles encierran algo terrible dentro de una apariencia externa sumamente tersa, sin metáfora, sin narrativa; sus obras son solamente materias con formas puras a escala humana.
A pesar de ser ampliamente conocida en la escena artística local e internacional, la obra de Teresa Margolles es poco vista en exposiciones y proyectos artísticos en México. La situación se debe a diversos factores: producir una de sus obras implica diversas complicaciones que pocas instituciones se animan a confrontar, y la temática de su trabajo (la muerte y sus residuos) todavía genera reservas entre el público general (esto explica el por qué de la puerta y el guardia en la sala de la Colección Jumex). También hay que agregar el hecho de que actualmente no cuenta con una galería que la represente en México. Anteriormente trabajó con la galería Enrique Guerrero, y posteriormente participó en el efímero proyecto de la galería Kilchmann-Martín, presentando en el cubículo de dicha galería en la feria MACO 06 fotografías de marquesinas de cines abandonados intervenidas con citas de cartas póstumas de suicidas (“Recados Póstumos”, 2006).
En contraste, la inclusión del trabajo de Teresa Margolles en diversas exposiciones colectivas y proyectos artísticos en el extranjero es cada vez más frecuente, destacando el gran interés por su obra en Alemania, donde tuvo una muestra en el museo MMK de Frankfurt titulada “Muerte sin fin”. Dicha exposición se concentró en la obra reciente de Margolles y algunas piezas generadas en su participación en el ya legendario colectivo artístico SEMEFO, donde la artista abandonó las referencias crudas y directas a la muerte y los cadáveres, y recurrió a la formulación de piezas que funcionaban a modo de metáforas sutiles, revisando algunas estrategias de trabajo usuales en la producción artística. En dicha exhibición se incluyeron las conocidas burbujas de jabón y agua utilizada para lavar cadáveres en la morgue (“En el Aire”, 2003), el banco minimalista elaborado con cemento y agua mezclada con fluidos de cadáveres (“Banco”. 2004), el austero bloque de cemento con un feto incluido (“Entierro”, 1999) y una extensa serie de papeles sumergidos en fluidos humanos que aparentan ser dibujos o pinturas abstractos (“Papeles”, 2003). A este conjunto de obras pertenece la “Herida”, donde Margolles transforma el impacto de la evidencia inevitable de la muerte y la violencia por medio de un gesto mínimo, dejando que la idea de la muerte descorra su velo en la mente del espectador y despierte inquietudes a partir de las referencias propias que cada persona tiene sobre el tema.
La trayectoria de Teresa Margolles ha sido objeto de las más diversas críticas y observaciones. Desde quienes opinan que sus actividades creativas se colocan en el terreno del mal gusto, la corrupción y la transgresión más escandalosa, hasta aquellos que opinan que su propuesta artística es de las más originales, comprometidas y honestas de la escena actual del arte a nivel internacional. Ciertamente, el discurso de Teresa Margolles es un tema que se evita y se disfraza de muchas maneras –la página roja, el las series de televisión sobre temas forenses– en el discurso social. Cuando el artista británico Damien Hirst comenzó en el 2006 la denominada “etapa mexicana” de su obra, hacía hincapié en su sorpresa y afinidad con la manera en que -“…la muerte y el pasado tienen una presencia constante en la vida cotidiana en México. En Inglaterra la gente no habla de la enfermedad y la muerte.” La obra de Margolles va más allá del hecho de la suspensión de la vida, incluso elude cualquier interés estético o tradicional que pueda ser encontrado en los rastros que la muerte deja a su paso. En México y los países latinoamericanos, la muerte es también síntoma y señal de los tiempos que corren. Hoy en día, la imagen de la muerte esta inevitablemente asociada a la violencia, la injusticia social y el abuso del poder. Sin embargo, el trabajo de Teresa Margolles no emite juicios ni denuncias. Solo pretende devolver al curso de la discusión pública el hecho de que las circunstancias de la vida tal como la concebimos hoy en día, con toda su complejidad y complicaciones, concluyen en un mismo punto donde todos las matices desaparecen, y las coincidencias y discrepancias se unifican en un final que, inevitablemente, termina resolviendo todo.
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